jueves, 27 de septiembre de 2012

Y me quedé dormido...

... pensando en el mar, pues a él me recordaba nuestra respiración. Acercándose a la orilla, dejándose llevar por la resaca...

jueves, 2 de agosto de 2012

Aire

Cual obseso colecciono
todos los olores que dejas.
En cada sitio, en cada momento,
como el puzzle más complejo
en el que veré tu vida, y la mía.


Y me detengo sonriendo
en la esquina donde nos abrazamos ayer,
en ese sitio donde te robé un beso
o en tu calle, que no existía hasta que te conocí,
o quizás no existía yo.


Y sonrío al pensar
que la gente camina sin ver los recuerdos en el aire.
Creyendo que la muerte es el sueño eterno
mientras que para mí vivir en el infierno
sería aprender a vivir sin respirarte.

sábado, 7 de julio de 2012

Parte de mí

Sé que no es fácil andar
sobre las piedras que tapan el camino.
Cuando las pisas desaparecen y te dejan caer,
y una vez más, volver a empezar.


Pero cada noche
yo te estaré esperando.
Limpiaré tu sudor con mi aliento
y mi calor será el tuyo.
No señalo,
no juzgo,
comprendo, escucho.

Hace tiempo que me di cuenta
de que eras parte de mí.

miércoles, 27 de junio de 2012

Un segundo más.

Hoy me he quedado, como siempre, viendo desde el otro lado del cristal de la puerta cómo te alejabas y desaparecías. He pensado que mi alma por un segundo más contigo era un precio muy bajo.

lunes, 25 de junio de 2012

Diferente.

Perdí el miedo a las alturas
cayendo una y otra vez por tus cabellos,
olvidé lo que era un mal sueño
desde que me acunaste con tu sonrisa.

Pensaba que este mundo era muy diferente,
pero la realidad es que nunca lo había conocido.
El cielo me devuelve el eco de cada suspiro
y si lo deseo lo lleva hasta ti.

Ya no existe el silencio,
en su lugar siempre hay un recuerdo:
la primera vez,
la segunda,
y ese Jueves por la tarde
que sonreíamos como siempre,
que nos besábamos como siempre,
pero que nunca fue igual.

Quiero,
y si las verdades a medias son mentiras
diré: "Te quiero".

miércoles, 6 de junio de 2012

Pulgas tras el velo, Quinto acto

Aire como ponzoña rodeaba el lugar, y sin caer en quién soy ni dónde debo estar miro el rostro suspendido, allí aguardaba con su inexpresiva mirada... mi querida máscara de porcelana. Noto la fría brisa , ¿era ese el rostro de mi desdicha? Intento alcanzarla y creo que se aleja, pero la realidad es que no tengo brazos que la acojan, dedos que la acaricien ni corazón que esconda.  


Las risas golpean en mi pecho, y el eco en aquel pozo cada vez más hondo habla por sí mismo, nada termina, nada se repite, quien no camina en la oscuridad se derrite. La conocida rata se acerca sin usar su arte del sigilo, con la cola alzada y gesto mezquino. "Acéptalo, sé Miedo, de ti es todo lo que quiero. No importa que te mantengas así, sin corazón nunca saldrás de aquí". No me atrevo a alzar una ápice mi mirada, y noto cómo mermo en mí mismo, buscando que entre ese ser y yo haya un abismo. "Ahora no estás en tu tarima donde te escondes de las miradas del público, éste es mi reino y sólo mío, harás lo que yo te digo". 


Noto un escalofrío recorriendo mi espalda. No es un sentimiento, son las pequeñas patas que se deslizan, ascienden... muerden mis rodillas, lamen mis ojos y se abren paso en mi pecho como si fuera un despojo. Ríen pulgosos, engullen todo lo que bondad les parece, el cansancio me estremece y noto como incluso la esperanza desaparece. Suave viento de áspero tacto... la obra más triste que conocía acababa con la oscuridad, triste acto...


"Yo soy tu amo, tu corazón reclamo"


Pero no fue El Miedo quien habló, sino que de ninguna parte surgió. Entre la espesura negra levitaba la porcelana que de rostro había cambiado, ahora fiero observaba desde las alturas. Sus ojos se encendieron como antorchas, aunque... parecían luceros, y las pequeñas ratas gritaban de dolor hasta desintegrarse y dejar atrás el clamor. La batalla entre El Miedo y El Amor disputaba mi corazón, y el choque de energías me empujó a un agujero de luz, donde caí y pronto entre mis pensamientos me perdí. Cerré los ojos... y pensé en ella, "Gracias, pronto estaré junto a ti".


Desperté en un suelo adoquinado, y el viento del exterior atizó mi cabello despeinado. Recordaba aquel lugar, miré alrededor, y encontré un gran teatro de aspecto singular, el retrato de un asesino apunto de degollar. Comprendí que allí había vivido durante todo éste tiempo y ahora era libre... pero aún no.


Me agaché y cogí la pequeña máscara que en el suelo aguardaba, aún la necesitaba. Había alguien dentro que me estaba esperando, e iría a salvarla igual que ella me había salvado. El último réquiem de un actor renovado.

viernes, 1 de junio de 2012

Melodrama de un amor perfecto

"Aquí estamos, totalmente solos en nuestro propio universo.
Somos libres, todo está permitido y el amor es lo prioritario."



martes, 29 de mayo de 2012

La próxima vez

El fuego enciende el cigarrillo, consumiéndolo a la velocidad del tiempo que pasábamos juntos. Ojalá el tiempo que me separa de ti se consumiese tan rápido y desapareciera como el humo que exhalo con cada calada, lanzándolo al aire, pidiéndole que viaje a tu lado.


Soñábamos con viajar en el tiempo, y tan oportuna como la inspiración, encontré la forma de hacerlo. El fino tacto de la almohada roza mi rostro, como tus manos encontrando mi confianza, dejando mis miedos de lado. Cierro los ojos lentamente y creo estar esperando un beso, y cada vez que sonrío quiero volver a ser tu pupila, encontrar el estupor al demostrarte que todo va bien, ocultando que en mi interior estoy ardiendo por el deseo. 


Y al recordar la última vez que te vi marchar, empiezo a pensar en cómo será la próxima vez que nos encontremos. Preparando la mejor de mis caras, gesticulando la mejor de mis sonrisas, porque pensar en ello me lleva la vida.

jueves, 24 de mayo de 2012

Pulgas tras el velo, Cuarto acto

Despierto con un precipitado cabeceo, escuchando el murmullo de las ratas que en la tenue luz aparecían, como si fueras gallinas de corral, anunciaban los buenos días. Lo que al principio me parecía un chirrido estridente ahora dibuja palabras en mi mente, los roedores hablan su lengua negra al amparo de las sombras, negociando con mi vida, su inteligencia me asombra. Pero más me sorprende la mía  propia cuando me pregunto de dónde aparecen, cómo se van, dónde amanecen y qué sueños en sus cabezas acontecen.


Me deslizo lentamente, escuchando el ruido de mi corazón retumbando en mi cabeza, predicando su muerte y recordando la belleza. Noto sus pequeños ojos en mi nuca, extrañados, meditabundos, viendo a un desamparado tan lejos de su mundo. Oigo pequeños pasos que se acercan hacia mí, me susurra bajo unas orejas alzadas y una expresión taimada. "No se te permite salir de aquí", exhala, "Ahora nos perteneces, serás el siguiente". Mi voz parece el vacío, "Quién eres, qué es este asilo". "Yo soy El Miedo, custodio tu corazón en nombre de las sombras que nunca te darán su perdón".


"Pero mi corazón no es suyo". Sorprendido, el roedor cierra un ojo, crítico, e intuyo que algún antojo se presenta y dirá en un grito. "Eso cambia las cosas, ¿quién es su dueño?" divertido, sus bigotes se erizan "¿No será sólo un sueño?" "Lo es", respondo, "Descubrí que existía tras el escenario. Pensaba que quien miraba desde abajo eran cuerpos vacíos, pero cuando vi sus luceros entendí que era yo la sombra" Risotadas llegaron a mis oídos "¿Sombra? Las sombras no tienen corazón, pero tú aún tienes una oportunidad, escucha con atención". 


"Mi poder llega lejos, mucho más allá que éste lóbrego hoyo. Vivo en el alma de los ancianos, espero a que los niños dejen su condición, y en gente como tú paseo, anido en vuestro interior. Pero también puedo llegar a ser justo y aunque tu corazón me inquieta, mi curiosidad me obliga a saber si alguien puede esperarte allí fuera. Enviaré tu mensaje al sueño de que hablas y si responde por ti serás libre, rendiré cuentas a las sombras y desaparecerás. Pero mientras aguardas la respuesta tu corazón será mío, y si nunca llega aceptarás ese destino".


"Busca dos luceros", dije sin pensar. "Entre el público los vi, allí estarán."


Basado en la analogía de los relatos de Damián Astarte.

jueves, 17 de mayo de 2012

Muchos brazos.

Por ganas, ni siquiera tengo ganas de morir. Te levantas, (¿con qué pie?), miras el teléfono (¿para qué?), miras tu correo electrónico (¿quién es éste y qué marca de viagra me quiere vender?), caminas por la calle (¿se me olvida ir a algún sitio?), hablas (¿se me ha olvidado decirte algo?), cae la noche (¿por qué pasa todo tan rápido?) e intentas dormir (¿mañana será igual?) 


Me encuentro en una espiral de sucesos que ya he vivido en algún momento, y conforme se desarrolla y todo apunta a que terminará exactamente como pienso, tengo la sensación de que me derrito. Caigo en que tengo que cambiar. Debería de empezar a meter entre mis frases más comunes algunas como "Me da igual", "Búscate la vida" o "No puedo ayudarte", y dejar de ladrar al son de "Para lo que necesites", "Cuando quieras" o "Gracias". Y aunque me sea imposible, al final nadie lo valora y poco a poco me empiezo a sentir como un cuelgabrigos cargando con el peso de esos bolsillos llenos de problemas. ¿Alguna vez te has fijado en un cuelgabrigos? Yo sí, recuerdo en mi pueblo tener uno de madera barnizada, al que cuando era pequeño lo solía mirar como si fuese una persona que lidiase con el peso del mundo. "Tira esa basura al suelo y aprovecha todos los brazos que tienes", solía pensar.


Ahora ese jodido cuelgabrigos tiene que estar riéndose de mí. Y le dejo. A estas alturas debe de ser el último que faltaba por hacerlo.

martes, 15 de mayo de 2012

Sólo con cerrar los ojos

Hoy podría escribir los versos más tristes. Palabras unidas que formarían las cadenas del llanto, hilar con cariño cada letra para mostraros el verdadero Infierno. Podría mataros con cada sílaba, incluso quitaros lo bailao' con tan sólo una frase. Podría hacer que soñaseis con vuestros peores miedos tras leerme, que os arrepintáis cada día de vuestra vida por haber echado un inocente vistazo.


Pero por alguna razón, sólo se me viene a la cabeza la palabra Batán. Un batán es una máquina compuesta por una rueda hidráulica que, al ser accionada por el agua, deja caer y después alza de nuevo unos mazos que golpean los tejidos para que queden más tupidos (proceso que se conoce como abatanar). Recuerdo que la primera vez que fui consciente de ésto fue al leer Un Mundo Sin Fin, de Ken Follet, en el que el protagonista inventaba un rudimentario batán en un molino. Si algo me gusta de ese libro es el grandioso detalle con el que describe las cosas, pues ni siquiera he tenido que ver uno para saber cómo es y cómo funciona.


A veces, si cierro los ojos, escucho los martillos caer sobre la lana... 

lunes, 14 de mayo de 2012

Tonterías de un 14 de Mayo

Es gracioso cómo el mundo a veces se dedica a ensalzar un pensamiento. Hacía tiempo que no escuchaba una canción que comenzaba a decir: "Cae la lluvia sobre mi triste tejado, las miradas callan todos los pecados...". No sé de dónde había salido la voz de Víctor García, pero por una vez me desagradó escucharla. Sólo espero que ese pensamiento no se perpetúe.

jueves, 3 de mayo de 2012

En la isla

Y cuando naufragué en aquel pequeño lugar, me fijé en que cuatro océanos lo rodeaban, como si fuese el centro del mundo. Los que aparecían llegaban desde el Norte, en cuál tenía unas aguas que arrastraban a las embarcaciones cercanas hacia tierra. Pero cuando les despedía solían irse por el Sur, que tenía un efecto contrario, llevando los navíos sin esfuerzo hasta donde no pudiese verlos. Entonces al océano del Norte lo llamé Felicidad, y al del Sur, Tristeza. Sin embargo, los océanos del Este y del Oeste disponían de otro juego: cuando uno de ellos decidía que era hora de subir la marea, envidioso de él el otro lo imitaba. Y muchos de quienes se encontraban en mi isla decidían irse, pues no podían soportar vivir en una charca. Así pues, el del Este se llamó Amor, y el del Oeste era Odio.


Muchos intentaron llevarme con ellos a otros mundos, y haber disentido fue uno de mis mayores errores. Como pensé que sería un buen lugar donde vivir, construí un castillo de arena lo suficientemente grande como para que sólo yo cupiese en él. Lo hice desde dentro y sin puertas, sin ningún tipo de acceso desde el exterior. Un castillo aparentemente muy débil, pero en mi cabeza era infranqueable. Y cuando lo terminé, me quedé ahí sentado sabiendo que si algún día salía de allí se derrumbaría por completo, algo que me daba miedo. 


El hambre comenzó a hacer mella en mí, pero sólo podía observar el agua y sus peces desde una pequeña ventana que no conseguía abarcar mi ojo por completo. Felicidad cambió el rumbo de sus aguas, echando a todo el mundo que intentaba acercarse y dejándome completamente incomunicado. Amor y Odio decidieron disputar una de sus más épicas batallas, y comenzaron a subir y sumir a mi pequeña isla en el mundo submarino.


¿Se derrumbaría mi castillo? ¿Llegarían antes los peces? Sólo sabía una cosa: nadie iba a ayudarme.

viernes, 13 de abril de 2012

¿Cómo?

En realidad yo ya había pasado por esto. Tengo la absurda manía de pensar que nada se repite, irónicamente, desde un punto de vista forjado en una espiral, un cuento que empieza por el final. Sois vosotros, no os comprendo, ¿por qué tenéis que hacerme esto? Estoy tan enfadado... me conozco demasiado bien para saber que bajo mi máscara de sarcasmo y desafío se esconde alguien muy inseguro. Si quisiera que me lo recordaran, os lo hubiese pedido.

Si las maldiciones existen, la peor de todas tiene que ser tener aspiraciones a ser un ángel y albergar dentro de ti a lo más parecido que has conocido de El Diablo. No consigo encontrar el punto medio y cada vez me siento más disuelto por el ácido que rompe las paredes de mi cuerpo, ensordecido por los gritos de mi estómago que me piden que coja un cuchillo y me saque los ojos. ¿No podemos llegar a un acuerdo? No... he sido demasiado injusto contigo, ¿verdad? Ni siquiera en mi soledad te he dejado que te apoderes de mi ni por un segundo. Deja que me prepare para tu venganza, porque sé que no te voy a poder detener. Y tranquilo, yo seré el responsable de todo lo que hagas, porque eres invisible a los ojos.

Porque... ¿cómo voy a competir contigo? Si eres mi verdadero yo.

Hoy no quiero saber nada.


sábado, 31 de marzo de 2012

Señor Interruptor

Éste es uno de esos momentos en los que sé que he de escribir. Y lo sé porque no siento la noche entrando por mi ventana, me empieza a faltar el aire y contemplo una recién descubierta belleza que tiene un interruptor enfrente de mi. Cuadrado, con las esquinas bordeadas y con un ligero color beige, posiblemente fruto de todos los cigarrillos que sacrificaron su vida para arrebatarme parte de la mía. Es tan perfecto, tan armonioso... y además es un superhéroe: si por un momento quiero ver la luz, sólo tengo que llamarle para que me satisfaga, y si deseo estar en soledad, invisible, él me envuelve en la oscuridad.

Me gustaría ser un interruptor. El interruptor de una pequeña habitación donde la gente acostumbrase a ir a llorar. Sentir con un simple roce la llamada de aquellos que quieren verse iluminados en su soledad o, por el contrario, que lloran en silencio, desapareciendo por unos instantes de éste mundo para que nunca nadie se entere de que están sufriendo. Pero yo lo sabría aunque nunca podría decirlo, y por eso confiarías en mi.

Y es que qué fácil es ganar la confianza con el silencio. Somos recipientes de nuestras propias emociones y de las de los demás, creo que a veces compartimos aquellas que nos han confiado porque las hemos llegado a sentir demasiado, tanto que se convierten en nuestra propia alegría, nuestra propia tristeza. ¿Pero por qué hablo de esto? Ni siquiera tengo demasiado claro si lo pienso. Quizás por eso me falta el aire, porque mi torre se inclina peligrosamente.

No es tan perfecta como usted. Perdóneme, señor interruptor, por verme así día a día. Por no considerar nunca si tu estancia es agradable a mi lado porque no pudiste elegir, porque nadie te preguntó. Perdóneme por hablar de estas tonterías... seguro que no querría que todos pensasen que estoy loco por su culpa, por pensar que en vuestro repetitivo y sencillo movimiento existe algún tipo de sentimiento. Perdóneme, es que me faltaba el aire.

martes, 27 de marzo de 2012

Te odio

Hacía tiempo que me había dedicado a inflar el globo en el que iba a vivir, escueto, sutil diríase, pero flotaba hasta allá donde podía imaginar. Quizás un cazador había salido a practicar tan noble deporte y me confundió con un trofeo, pero recuerdo caer el vacío y esa sensación de frustración y resignación por igual al tener que volver a andar con mis pies por aquella tierra.

Pero no era ningún cazador, eras tú. ¿Qué estabas haciendo? Me llevaste a una cabaña cercana y encendiste un fuego para calentar un caldo. Tan extrañamente agradable me resultó que motivaba aún más mi desconfianza. Me hacías preguntas, pero nada tenían que ver con una superficial curiosidad o cortesía, sino que verdaderamente te importaba lo que pensaba. Y conforme pasaba el tiempo, sentía cómo me absorbías el aliento, y no podía dejar de mirarte.

Pero cansado por la caída y adormilado por tu cariño me quedé dormido, y cuando desperté ya no estabas allí. Te odio. Por negar que perteneces a mi mundo, por evitar que yo pertenezca al tuyo. Por dejarme acompañado del miedo. Por conseguir llevarte aquello que vendo más caro: mi amor. Por desaparecer.

Un día volviste a la cabaña. Encontraste un cordel atado en el pomo de la puerta. Era extraño, aquel cordel se alzaba hacia el cielo y desaparecía en el horizonte, ¿hasta dónde llegaba? Y encontraste una nota que decía "He vuelto a mi mundo, pero tira de éste cordel de vez en cuando hasta que vuelva a ti. Por lo que me debes. Por lo que te debo."

sábado, 24 de marzo de 2012

Un día de tu vida

Por un momento, me gustaría que supieses cómo es un día de mi vida. Ten la fuerza suficiente para levantarte cada mañana (te recomiendo que te hagas ilusiones sobre algo que posiblemente no exista, o no lo conseguirás). Asómate al balcón, observa el panorama. Sí, amigo, tú eres uno de ellos, y después de tanto tiempo aún no logras comprenderlo. No se dan cuenta de que sus vidas no van a ninguna parte por ese callejón en el que al final les espera la droga, la felicidad pasajera y la autodestrucción; pisan cada día el mismo adoquín de la misma acera, y nunca en sus vidas se han preguntado cómo, cuándo o quién lo puso ahí, si lo hizo con esmero o fue un trabajo de tantos que puede que haya olvidado.

Sal a la calle. Déjate envolver por ese aire e intenta pasar desapercibido si quieres vivir sólo y a gusto con tu desesperación. Ve a algún lugar, un bar cualquiera o un supermercado. Escucha cómo etiquetan todo en éste mundo y plantéate si verdaderamente no estás dentro de una de esas cajas de comercio injusto, aunque seguramente lo estarás, a tus espaldas, claro. Asquéate.

Conoce a alguien. Vaya, no es como ellos, ¿eso será bueno? Sí, mientras no sea como tú. Acércate, quizás haya cosas en común, y otras que no, pero te agradarán. Sigue hablando, comienza a desnudarte. Y ahora piensa: "¿Qué estoy haciendo?" Pensabas que esa persona te estaba importando, ¿es lo mejor arrastrarla a tu mundo? No. Quizás no sea tan débil como tú y pueda vivir en armonía con los demás, dale esa oportunidad de no sufrir. Aléjate, pero hazlo lento, que no parezca que te está doliendo. Que esa persona no crea que la estabas queriendo, no se lo creería. Espera a que torne su mirada y esfúmate.

Vuelve a la cama. Siente cómo mermas bajo las mantas y comprende que eres demasiado grande para éste mundo y demasiado pequeño para hacer un mundo nuevo. Grita, pero no hagas ruido. No llores, mejor retuércete y palpa el dolor.

Despierta. ¿Hoy te levantarás? Yo lo hago todos los días. Quizás hoy sea el momento de conocer a alguien y acercarme lo suficiente como para que no me deje escapar y romper la maldición. Quizás.

viernes, 23 de marzo de 2012

Pulgas tras el velo, Tercer acto

Despierto. Sé que es de día, y todo parecería perfecto si en aquel agujero en el que me encuentro las ratas no durmieses a costa del calor que mi cuerpo desprende. Con esos ojos me quedé dormido, y no soñé con ellos pero otra vez los recuerdo cuando se abren los míos. Una soga cae a mi lado, ellos dicen que es otra oportunidad de seguir vivo, pero yo sé que es otra oportunidad para poder ver lo que admiro. Qué emoción y cuánta desazón, si pudiese escribirte algo, nunca sería que me enfrenté a la muerte sólo por mis deseos de volver a verte, aunque nunca llegue a conocerte.

Nadie está contento y para mi no hay tiempo, en el escenario me colocan, posición de poca visión, y ya te siento lejos. No recuerdo en el momento en el que veo al usurero con su dinero, al cura con su sonata... y me acuerdo de mi máscara de porcelana. Si mi ojos hablasen todo habría terminado, ¿cómo puedo haberla olvidado? Ya es tarde para abandonar la función a tiempo, me toca adelantarme y me niego pero siento el empujón tanto de los que desean presumir como de los que desean mi perdición. Alzo la vista y, ante el horror del público al ver mi rostro verdadero, yo intento buscar los dos luceros que necesito para que ésta noche no me sienta maldito. Y con ellos me cruzo no muy lejos de primera fila, me quedo hipnotizado hasta que caigo en que debo dejar de verlos, pues no puedo evitar susurrar que te quiero.

No puedo aguantarlo. Abandono todo lo que me rodea y vuelvo a ese pozo donde ellas me esperan con mi bien más preciado, la causa de mi estupor y enfado. Caigo precipitadamente y me hago daño, pero me arrastro hasta ella como una serpiente en busca de una presa, como las sombras en busca de la razón. Ya la tengo, la calzo en mi rostro y recupero el aliento, todo se calma con el frío tacto de la seguridad, sabiendo que aún podré utilizar la falsedad para que nadie sepa que, bajo esa máscara, hay un alma que sueña.

Me tumbo en el suelo contento, y al poco tiempo me invaden los bostezos. Tengo miedo, y no sé cuánto tiempo más podré quedarme. Por favor, ayudadme.

Basado en la analogía de los relatos de Damián Astarte.

lunes, 12 de marzo de 2012

Cuando suene el despertador

Cuando el Sol pinte el suelo
y entone aquella alegre melodía,
que no deje de brillar tu sonrisa,
que no acabe éste día.
Pero cuando descansemos mirando
desde la ventana al fondo del corredor...
todo terminará cuando suene el despertador.

Si las primeras gotas de lluvia
anuncian nuestra paz mental,
bailaremos la danza prohibida
sin conocer nunca su final.
Pero cuando el viento deje de soplar a nuestro favor...
todo terminará cuando suene el despertador.

Y entonces, me di cuenta
de que el alba aún nos espera,
ojalá el cielo hablara,
ojalá la tierra advirtiera.
Entonces dime, cariño, ¿hasta cuándo durará nuestro amor?
Si sé que me olvidarás cuando suene el despertador.

sábado, 10 de marzo de 2012

El rostro de mis sueños

Dicen de aquel hombre que sueña viajar en un tren vacío. Cualquiera diría que es una casa, un museo o quizás un almacén, pero sólo él puede notar el traqueteo de la vía que no conduce a ninguna parte. Sin saber por qué, disfruta de la tranquilidad de aquel misterioso lugar, abriendo las puertas que aparecen a ambos lados del interminable pasillo, y contemplando lujosos salones en los que los reyes del pasado disfrutaron de una conversación agradable; habitaciones en las que un hombre y una mujer supieron lo que sentían el uno por el otro al son de un violín mal afinado; lugares en los que un niño aprendió que la realidad se basaba en que podría ser astronauta, bombero o piloto si se lo proponía. Lo llamaban loco. Pero él no tenía a nadie.

Dicen que ese mismo hombre sueña flotar en las aguas negras del pozo de una lúgubre caverna. Sabe por qué está allí: tiene que buscar en el fondo de las sombras la razón de su vida. Le esperan seres monstruosos que él no ha visto nunca, pero sabe que le cortarán el paso. Se sumerge y lo intenta, pero cuando escucha el clamor de su sangre vuelve a ascender con apremio, esperando el momento exacto para volver a intentarlo. Y aguarda a la deriva de las ondas, feliz al creer que pronto saldrá de allí. Lo llamaban loco. Pero él tenía miedo.

Un día lo vi por una calle cualquiera. Me sonrió y me susurró con el viento "Tú no eres quien busco". "¿A quién buscas?" pregunté con curiosidad. "A aquel rostro que nunca ha aparecido en mis sueños, esa sonrisa tan especial que ni siquiera mi mente puede concebir".

Lo llamé loco. Pero él me respondió mientras se alejaba. "No quiero seguir sólo".

viernes, 9 de marzo de 2012

Quizás me olvidé de llorar

La vida es demasiado corta como para desperdiciarla haciendo algo útil. A veces me pregunto por qué nacimos tan privilegiados de nacer con criterio propio y, sin embargo, preferimos que nos manejen y que nos acerquen el cucharón a la boca. ¿Quién nos ha hecho tan confiados como para creer que alguien velará por nosotros? Cómo es posible que en éste mundo la probabilidad de sentirte sólo es directamente proporcional a la cantidad de gente que te rodee. Por qué tenemos un amor en cada libro, cada canción y cada lugar aún por descubrir, y elegimos el amor que nos espera en el fondo de una copa de vino picado, en la presión de una jeringuilla cargada de heroína o en la desfigurada forma de los píxeles de la televisión.

Todos estos pensamientos, aunque aparentemente inconexos, todos pertenecen a ese mundo de mi cabeza en el que hay un cartel en la valla que reza: "No pasar, peligro de muerte". Durante todo éste tiempo creí que los había desterrado de mi reino, pero lo cierto es que me estaban conquistando con desesperante astucia. La felicidad, que era la representante de mi pueblo aclamaba que su rey hiciese algo, pero en vez de ello, el monarca prefirió sentarse en su trono y aguardar. Ahora no hay nadie. Quizás me olvidé de llorar.

Antaño hubo alguien que me dijo que llorar era una silenciosa purificación del alma, que la naturaleza es sabia y no nos creó sin un sistema para deshacernos del veneno que nosotros mismos habíamos creado. Y que, cuando notase que mis dedos temblaban a descompás del viento, cuando mis ojos amaneciesen oscuros y perdidos, o cuando estuviese demasiado cansado para respirar, quizás lo más sabio era llorar. Abaratar cada palmo de tierra para regarlo con las esperanzas de alguien que desease un mundo mejor.

La vida es demasiado corta como para desperdiciarla haciendo algo útil.

Pulgas tras el velo, Segundo acto

"Abro los ojos cuando cae la noche. Creo haber soñado que me ahogaba, pero la realidad era aún peor: la actuación comenzaba. Me liberan de los grilletes y me levantan tras patearme bajo la manta, me dan mi sombrero, mi espada, y mi querida máscara de porcelana. Hoy no quiero salir, creo que no me encuentro bien o quizás no quiero estar aquí, hasta que una sombra me dice "Ven" y toma mi mano con suavidad, como si fuese una calamidad.

Allí están todo ellos, no aplauden mi presencia, me desprecia la audiencia. El acto continúa con mis tristes palabras, aprendidas a lo largo de los años entre cuadros, libros y baladas, sabiendo que agradan a las ratas que no ven más allá de su nariz, que al igual que yo, olvidaron lo que es vivir. Paseo la mirada por la expectante grada que sólo observa mi reflejo, y entonces distingo dos luceros a lo lejos. No son luces, tampoco velas, son dos ojos que me observan, y entonces me detengo desbocado por la sorpresa de que alguien se haya fijado en mi rostro, que haya roto la cáscara y contemple lo que hay bajo la máscara. Observo mis manos, hasta hace un instante oscuras y sin talante alguno, ahora otra tonalidad es la que cobran, y las escondo de las sombras. Pero no he sido lo suficientemente rápido y me apartan con apremio, coartan mis pensamientos con sus gritos y me lanzan al pozo con los grillos. Mis manos vuelven a ser negras, y pienso que me gustaría rozar la Luna, al menos con una de ellas.

Los insectos cantan mi soledad mientras medito, y me quedo dormido perdiendo el hilo de mi esperanza. Quizás ésta noche sueñe con esos ojos. Quizás mañana amanezca y la realidad sea mejor que mi sueños. Eso es lo que deseo... solo eso"

Basado en la analogía de los relatos de Damián Astarte.

martes, 31 de enero de 2012

Olvidándome de mi.

Al levantar, lo primero que ha tocado el frío suelo ha sido mi alma destrozada. La he observado pensado que no acontecen tiempos como para repararla, ni lo deseo. Nunca he sido muy amigo de las decoraciones, pero así me recuerda que confiar es un plato que se tiene que probar dos veces antes de pagarlo.

Me di cuenta de que en el otro lado del espejo ya no hay ojos que me valoren. Intento no ser desagradable pero, ¿cómo puedo saberlo? Sólo veo un pulpo con sus tentáculos en una sola dirección: el pasado. Intenté ayudarme de la razón para retirar las dagas que con astucia clavaste en mi cuerpo mientras dormía, enajenado por las mentiras. Ahora un reguero de sangre deja las huellas de mi triste camino, ardiendo de tal manera que abre el único camino al infierno, sin poder siquiera mirar atrás.

Creí que había dejado de creer en lo incondicional, pero en realidad he evitado que siga existiendo. He olvidado cómo eran unos ojos sin fuego ni oscuridad, ahora sólo veo esos que me mostraste la última vez que nos vimos. Y es que ya da igual lo que piense, indiferente es quien intente razonar que no tengo la culpa de mi propia perdición, prefiero que sea así antes de reconocer que algún día perteneciste a mi vida.

Pero aún me perteneces. Eres como una moneda de valor incalculable, lo suficientemente degradada como para venderte, pero lo suficientemente nítida como para resurgir en mis pesadillas cada noche. Eres una maldición desconocida que me abrazará en la tumba, impidiendo que mi alma eche a valor cuando no me quede nada por hacer en este mundo.

Y porque eres imposible de olvidar, será más fácil olvidarme de mi.

A las armas, mis valientes.

Durante toda esta crisis, hay gente que ha cometido atentados contra la humanidad monstruosos, daños difícilmente irreparables e impagables. Sí, impagables, no hay nada escrito en las leyes que pueda igualar de alguna manera lo ocurrido, y tampoco hay ningún castigo escrito en la moral ni en nuestros corazones que nos dejase vivir en paz.

Por eso me pregunto constantemente, ¿a qué viene ahora el pacifismo? Incluso si se consiguiese poner cualquier tipo de pena, por muy dura que fuese, a gente como Jose María Aznar por su famosa "Ley del suelo" o al jurado que declaró no culpable al señor Francisco Camps (en ambos casos dudo que se consiguiese algo), ¿quedaríamos a gusto con nosotros mismos y nuestra labor? Posiblemente vivirían muy bien en la cárcel, y cuando saliesen de ella vivirían aún mejor. ¿Acaso es eso lo que queremos? Porque yo no, ni mucho menos.

No necesitamos que nos paguen por lo que han hecho. Lo que necesitamos es que devuelvan lo que han robado y desaparezcan. Si no pueden pagar de ninguna manera el mal que han sembrado, lo que tienen que hacer es dejar de existir y poder vivir un poco más tranquilos sabiendo que al menos esa persona no hará nada más. A la mierda los derechos humanos, han demostrado de sobra que ellos son dioses, que nos miran por encima mientras ajustan la solapa de su americana y que los milagros no existen, y en su lugar sólo hay dinero. Dinero.

Porque cuando hay una plaga de cucarachas no las echamos de casa, llamamos al exterminador y tomamos medidas para que no vuelva a ocurrir. Y eso es lo que hay que llevar a cabo, la definitiva exterminación de la corrupción y que a su vez sirva como ejemplo de a lo que se atiene cualquier persona que esté pensando en seguir su ejemplo. No hay derecho a la vida cuando es a costa de los demás, cuando la confianza que se deposita en ti se convierte en un arrepentimiento, y sobre todo, cuando ignoras la voz del pueblo al que repugnas.

No quiero que penséis que incito a la gente a que se arme, se una y comience una orgía de sangre. Quiero que lo sepáis.