viernes, 23 de marzo de 2012

Pulgas tras el velo, Tercer acto

Despierto. Sé que es de día, y todo parecería perfecto si en aquel agujero en el que me encuentro las ratas no durmieses a costa del calor que mi cuerpo desprende. Con esos ojos me quedé dormido, y no soñé con ellos pero otra vez los recuerdo cuando se abren los míos. Una soga cae a mi lado, ellos dicen que es otra oportunidad de seguir vivo, pero yo sé que es otra oportunidad para poder ver lo que admiro. Qué emoción y cuánta desazón, si pudiese escribirte algo, nunca sería que me enfrenté a la muerte sólo por mis deseos de volver a verte, aunque nunca llegue a conocerte.

Nadie está contento y para mi no hay tiempo, en el escenario me colocan, posición de poca visión, y ya te siento lejos. No recuerdo en el momento en el que veo al usurero con su dinero, al cura con su sonata... y me acuerdo de mi máscara de porcelana. Si mi ojos hablasen todo habría terminado, ¿cómo puedo haberla olvidado? Ya es tarde para abandonar la función a tiempo, me toca adelantarme y me niego pero siento el empujón tanto de los que desean presumir como de los que desean mi perdición. Alzo la vista y, ante el horror del público al ver mi rostro verdadero, yo intento buscar los dos luceros que necesito para que ésta noche no me sienta maldito. Y con ellos me cruzo no muy lejos de primera fila, me quedo hipnotizado hasta que caigo en que debo dejar de verlos, pues no puedo evitar susurrar que te quiero.

No puedo aguantarlo. Abandono todo lo que me rodea y vuelvo a ese pozo donde ellas me esperan con mi bien más preciado, la causa de mi estupor y enfado. Caigo precipitadamente y me hago daño, pero me arrastro hasta ella como una serpiente en busca de una presa, como las sombras en busca de la razón. Ya la tengo, la calzo en mi rostro y recupero el aliento, todo se calma con el frío tacto de la seguridad, sabiendo que aún podré utilizar la falsedad para que nadie sepa que, bajo esa máscara, hay un alma que sueña.

Me tumbo en el suelo contento, y al poco tiempo me invaden los bostezos. Tengo miedo, y no sé cuánto tiempo más podré quedarme. Por favor, ayudadme.

Basado en la analogía de los relatos de Damián Astarte.

1 comentario:

  1. Tal vez esos ojos pudieron ver su alma y posiblemente pocos sean dignos de admirarla. Es desolador... pero puede que quede esperanza... ojalá la dueña de esos luceros pueda salvarle.

    ResponderEliminar