Sal a la calle. Déjate envolver por ese aire e intenta pasar desapercibido si quieres vivir sólo y a gusto con tu desesperación. Ve a algún lugar, un bar cualquiera o un supermercado. Escucha cómo etiquetan todo en éste mundo y plantéate si verdaderamente no estás dentro de una de esas cajas de comercio injusto, aunque seguramente lo estarás, a tus espaldas, claro. Asquéate.
Conoce a alguien. Vaya, no es como ellos, ¿eso será bueno? Sí, mientras no sea como tú. Acércate, quizás haya cosas en común, y otras que no, pero te agradarán. Sigue hablando, comienza a desnudarte. Y ahora piensa: "¿Qué estoy haciendo?" Pensabas que esa persona te estaba importando, ¿es lo mejor arrastrarla a tu mundo? No. Quizás no sea tan débil como tú y pueda vivir en armonía con los demás, dale esa oportunidad de no sufrir. Aléjate, pero hazlo lento, que no parezca que te está doliendo. Que esa persona no crea que la estabas queriendo, no se lo creería. Espera a que torne su mirada y esfúmate.
Vuelve a la cama. Siente cómo mermas bajo las mantas y comprende que eres demasiado grande para éste mundo y demasiado pequeño para hacer un mundo nuevo. Grita, pero no hagas ruido. No llores, mejor retuércete y palpa el dolor.
Despierta. ¿Hoy te levantarás? Yo lo hago todos los días. Quizás hoy sea el momento de conocer a alguien y acercarme lo suficiente como para que no me deje escapar y romper la maldición. Quizás.
No tengas miedo. Cada mañana es una nueva oportunidad, y lo sabes. Y aunque ahí fuera haya más sombras que debajo de tu manta, también hay puntos de luz, algunos escondidos, esperando ser descubiertos en algún lugar.
ResponderEliminarA veces los gritos ahogados y las lágrimas que no se derraman son los más fáciles de identificar, pero sólo lo harán aquellos que, como tú, esperan escapar de la maldición.