Si las maldiciones existen, la peor de todas tiene que ser tener aspiraciones a ser un ángel y albergar dentro de ti a lo más parecido que has conocido de El Diablo. No consigo encontrar el punto medio y cada vez me siento más disuelto por el ácido que rompe las paredes de mi cuerpo, ensordecido por los gritos de mi estómago que me piden que coja un cuchillo y me saque los ojos. ¿No podemos llegar a un acuerdo? No... he sido demasiado injusto contigo, ¿verdad? Ni siquiera en mi soledad te he dejado que te apoderes de mi ni por un segundo. Deja que me prepare para tu venganza, porque sé que no te voy a poder detener. Y tranquilo, yo seré el responsable de todo lo que hagas, porque eres invisible a los ojos.
Porque... ¿cómo voy a competir contigo? Si eres mi verdadero yo.
Hoy no quiero saber nada.