martes, 29 de mayo de 2012

La próxima vez

El fuego enciende el cigarrillo, consumiéndolo a la velocidad del tiempo que pasábamos juntos. Ojalá el tiempo que me separa de ti se consumiese tan rápido y desapareciera como el humo que exhalo con cada calada, lanzándolo al aire, pidiéndole que viaje a tu lado.


Soñábamos con viajar en el tiempo, y tan oportuna como la inspiración, encontré la forma de hacerlo. El fino tacto de la almohada roza mi rostro, como tus manos encontrando mi confianza, dejando mis miedos de lado. Cierro los ojos lentamente y creo estar esperando un beso, y cada vez que sonrío quiero volver a ser tu pupila, encontrar el estupor al demostrarte que todo va bien, ocultando que en mi interior estoy ardiendo por el deseo. 


Y al recordar la última vez que te vi marchar, empiezo a pensar en cómo será la próxima vez que nos encontremos. Preparando la mejor de mis caras, gesticulando la mejor de mis sonrisas, porque pensar en ello me lleva la vida.

jueves, 24 de mayo de 2012

Pulgas tras el velo, Cuarto acto

Despierto con un precipitado cabeceo, escuchando el murmullo de las ratas que en la tenue luz aparecían, como si fueras gallinas de corral, anunciaban los buenos días. Lo que al principio me parecía un chirrido estridente ahora dibuja palabras en mi mente, los roedores hablan su lengua negra al amparo de las sombras, negociando con mi vida, su inteligencia me asombra. Pero más me sorprende la mía  propia cuando me pregunto de dónde aparecen, cómo se van, dónde amanecen y qué sueños en sus cabezas acontecen.


Me deslizo lentamente, escuchando el ruido de mi corazón retumbando en mi cabeza, predicando su muerte y recordando la belleza. Noto sus pequeños ojos en mi nuca, extrañados, meditabundos, viendo a un desamparado tan lejos de su mundo. Oigo pequeños pasos que se acercan hacia mí, me susurra bajo unas orejas alzadas y una expresión taimada. "No se te permite salir de aquí", exhala, "Ahora nos perteneces, serás el siguiente". Mi voz parece el vacío, "Quién eres, qué es este asilo". "Yo soy El Miedo, custodio tu corazón en nombre de las sombras que nunca te darán su perdón".


"Pero mi corazón no es suyo". Sorprendido, el roedor cierra un ojo, crítico, e intuyo que algún antojo se presenta y dirá en un grito. "Eso cambia las cosas, ¿quién es su dueño?" divertido, sus bigotes se erizan "¿No será sólo un sueño?" "Lo es", respondo, "Descubrí que existía tras el escenario. Pensaba que quien miraba desde abajo eran cuerpos vacíos, pero cuando vi sus luceros entendí que era yo la sombra" Risotadas llegaron a mis oídos "¿Sombra? Las sombras no tienen corazón, pero tú aún tienes una oportunidad, escucha con atención". 


"Mi poder llega lejos, mucho más allá que éste lóbrego hoyo. Vivo en el alma de los ancianos, espero a que los niños dejen su condición, y en gente como tú paseo, anido en vuestro interior. Pero también puedo llegar a ser justo y aunque tu corazón me inquieta, mi curiosidad me obliga a saber si alguien puede esperarte allí fuera. Enviaré tu mensaje al sueño de que hablas y si responde por ti serás libre, rendiré cuentas a las sombras y desaparecerás. Pero mientras aguardas la respuesta tu corazón será mío, y si nunca llega aceptarás ese destino".


"Busca dos luceros", dije sin pensar. "Entre el público los vi, allí estarán."


Basado en la analogía de los relatos de Damián Astarte.

jueves, 17 de mayo de 2012

Muchos brazos.

Por ganas, ni siquiera tengo ganas de morir. Te levantas, (¿con qué pie?), miras el teléfono (¿para qué?), miras tu correo electrónico (¿quién es éste y qué marca de viagra me quiere vender?), caminas por la calle (¿se me olvida ir a algún sitio?), hablas (¿se me ha olvidado decirte algo?), cae la noche (¿por qué pasa todo tan rápido?) e intentas dormir (¿mañana será igual?) 


Me encuentro en una espiral de sucesos que ya he vivido en algún momento, y conforme se desarrolla y todo apunta a que terminará exactamente como pienso, tengo la sensación de que me derrito. Caigo en que tengo que cambiar. Debería de empezar a meter entre mis frases más comunes algunas como "Me da igual", "Búscate la vida" o "No puedo ayudarte", y dejar de ladrar al son de "Para lo que necesites", "Cuando quieras" o "Gracias". Y aunque me sea imposible, al final nadie lo valora y poco a poco me empiezo a sentir como un cuelgabrigos cargando con el peso de esos bolsillos llenos de problemas. ¿Alguna vez te has fijado en un cuelgabrigos? Yo sí, recuerdo en mi pueblo tener uno de madera barnizada, al que cuando era pequeño lo solía mirar como si fuese una persona que lidiase con el peso del mundo. "Tira esa basura al suelo y aprovecha todos los brazos que tienes", solía pensar.


Ahora ese jodido cuelgabrigos tiene que estar riéndose de mí. Y le dejo. A estas alturas debe de ser el último que faltaba por hacerlo.

martes, 15 de mayo de 2012

Sólo con cerrar los ojos

Hoy podría escribir los versos más tristes. Palabras unidas que formarían las cadenas del llanto, hilar con cariño cada letra para mostraros el verdadero Infierno. Podría mataros con cada sílaba, incluso quitaros lo bailao' con tan sólo una frase. Podría hacer que soñaseis con vuestros peores miedos tras leerme, que os arrepintáis cada día de vuestra vida por haber echado un inocente vistazo.


Pero por alguna razón, sólo se me viene a la cabeza la palabra Batán. Un batán es una máquina compuesta por una rueda hidráulica que, al ser accionada por el agua, deja caer y después alza de nuevo unos mazos que golpean los tejidos para que queden más tupidos (proceso que se conoce como abatanar). Recuerdo que la primera vez que fui consciente de ésto fue al leer Un Mundo Sin Fin, de Ken Follet, en el que el protagonista inventaba un rudimentario batán en un molino. Si algo me gusta de ese libro es el grandioso detalle con el que describe las cosas, pues ni siquiera he tenido que ver uno para saber cómo es y cómo funciona.


A veces, si cierro los ojos, escucho los martillos caer sobre la lana... 

lunes, 14 de mayo de 2012

Tonterías de un 14 de Mayo

Es gracioso cómo el mundo a veces se dedica a ensalzar un pensamiento. Hacía tiempo que no escuchaba una canción que comenzaba a decir: "Cae la lluvia sobre mi triste tejado, las miradas callan todos los pecados...". No sé de dónde había salido la voz de Víctor García, pero por una vez me desagradó escucharla. Sólo espero que ese pensamiento no se perpetúe.

jueves, 3 de mayo de 2012

En la isla

Y cuando naufragué en aquel pequeño lugar, me fijé en que cuatro océanos lo rodeaban, como si fuese el centro del mundo. Los que aparecían llegaban desde el Norte, en cuál tenía unas aguas que arrastraban a las embarcaciones cercanas hacia tierra. Pero cuando les despedía solían irse por el Sur, que tenía un efecto contrario, llevando los navíos sin esfuerzo hasta donde no pudiese verlos. Entonces al océano del Norte lo llamé Felicidad, y al del Sur, Tristeza. Sin embargo, los océanos del Este y del Oeste disponían de otro juego: cuando uno de ellos decidía que era hora de subir la marea, envidioso de él el otro lo imitaba. Y muchos de quienes se encontraban en mi isla decidían irse, pues no podían soportar vivir en una charca. Así pues, el del Este se llamó Amor, y el del Oeste era Odio.


Muchos intentaron llevarme con ellos a otros mundos, y haber disentido fue uno de mis mayores errores. Como pensé que sería un buen lugar donde vivir, construí un castillo de arena lo suficientemente grande como para que sólo yo cupiese en él. Lo hice desde dentro y sin puertas, sin ningún tipo de acceso desde el exterior. Un castillo aparentemente muy débil, pero en mi cabeza era infranqueable. Y cuando lo terminé, me quedé ahí sentado sabiendo que si algún día salía de allí se derrumbaría por completo, algo que me daba miedo. 


El hambre comenzó a hacer mella en mí, pero sólo podía observar el agua y sus peces desde una pequeña ventana que no conseguía abarcar mi ojo por completo. Felicidad cambió el rumbo de sus aguas, echando a todo el mundo que intentaba acercarse y dejándome completamente incomunicado. Amor y Odio decidieron disputar una de sus más épicas batallas, y comenzaron a subir y sumir a mi pequeña isla en el mundo submarino.


¿Se derrumbaría mi castillo? ¿Llegarían antes los peces? Sólo sabía una cosa: nadie iba a ayudarme.