jueves, 3 de mayo de 2012

En la isla

Y cuando naufragué en aquel pequeño lugar, me fijé en que cuatro océanos lo rodeaban, como si fuese el centro del mundo. Los que aparecían llegaban desde el Norte, en cuál tenía unas aguas que arrastraban a las embarcaciones cercanas hacia tierra. Pero cuando les despedía solían irse por el Sur, que tenía un efecto contrario, llevando los navíos sin esfuerzo hasta donde no pudiese verlos. Entonces al océano del Norte lo llamé Felicidad, y al del Sur, Tristeza. Sin embargo, los océanos del Este y del Oeste disponían de otro juego: cuando uno de ellos decidía que era hora de subir la marea, envidioso de él el otro lo imitaba. Y muchos de quienes se encontraban en mi isla decidían irse, pues no podían soportar vivir en una charca. Así pues, el del Este se llamó Amor, y el del Oeste era Odio.


Muchos intentaron llevarme con ellos a otros mundos, y haber disentido fue uno de mis mayores errores. Como pensé que sería un buen lugar donde vivir, construí un castillo de arena lo suficientemente grande como para que sólo yo cupiese en él. Lo hice desde dentro y sin puertas, sin ningún tipo de acceso desde el exterior. Un castillo aparentemente muy débil, pero en mi cabeza era infranqueable. Y cuando lo terminé, me quedé ahí sentado sabiendo que si algún día salía de allí se derrumbaría por completo, algo que me daba miedo. 


El hambre comenzó a hacer mella en mí, pero sólo podía observar el agua y sus peces desde una pequeña ventana que no conseguía abarcar mi ojo por completo. Felicidad cambió el rumbo de sus aguas, echando a todo el mundo que intentaba acercarse y dejándome completamente incomunicado. Amor y Odio decidieron disputar una de sus más épicas batallas, y comenzaron a subir y sumir a mi pequeña isla en el mundo submarino.


¿Se derrumbaría mi castillo? ¿Llegarían antes los peces? Sólo sabía una cosa: nadie iba a ayudarme.

2 comentarios:

  1. Maravillosas metáforas, aunque tú eres una metáfora en tí mismo :)

    Tu castillo era infranqueable para tí, aunque al mismo tiempo te convertiste en un prisionero del mismo, pues cualquier movimiento en faso podría derrumbarlo.

    Algunas veces pensamos que lo más seguro para nosotros es eso, encontrarnos a salvo aún sabiendo que podríamos dar y vivir mucho más, pero el miedo... ay. Tal vez tu castillo aguante las mareas, pero puede que no lo haga... entonces, ¿no hubiera merecido más la pena arriesgarse y salir de él?.

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