sábado, 10 de marzo de 2012

El rostro de mis sueños

Dicen de aquel hombre que sueña viajar en un tren vacío. Cualquiera diría que es una casa, un museo o quizás un almacén, pero sólo él puede notar el traqueteo de la vía que no conduce a ninguna parte. Sin saber por qué, disfruta de la tranquilidad de aquel misterioso lugar, abriendo las puertas que aparecen a ambos lados del interminable pasillo, y contemplando lujosos salones en los que los reyes del pasado disfrutaron de una conversación agradable; habitaciones en las que un hombre y una mujer supieron lo que sentían el uno por el otro al son de un violín mal afinado; lugares en los que un niño aprendió que la realidad se basaba en que podría ser astronauta, bombero o piloto si se lo proponía. Lo llamaban loco. Pero él no tenía a nadie.

Dicen que ese mismo hombre sueña flotar en las aguas negras del pozo de una lúgubre caverna. Sabe por qué está allí: tiene que buscar en el fondo de las sombras la razón de su vida. Le esperan seres monstruosos que él no ha visto nunca, pero sabe que le cortarán el paso. Se sumerge y lo intenta, pero cuando escucha el clamor de su sangre vuelve a ascender con apremio, esperando el momento exacto para volver a intentarlo. Y aguarda a la deriva de las ondas, feliz al creer que pronto saldrá de allí. Lo llamaban loco. Pero él tenía miedo.

Un día lo vi por una calle cualquiera. Me sonrió y me susurró con el viento "Tú no eres quien busco". "¿A quién buscas?" pregunté con curiosidad. "A aquel rostro que nunca ha aparecido en mis sueños, esa sonrisa tan especial que ni siquiera mi mente puede concebir".

Lo llamé loco. Pero él me respondió mientras se alejaba. "No quiero seguir sólo".

2 comentarios:

  1. No creo que ese hombre tuviera tanto miedo en realidad, pues sólo con saber que la razón de su vida está en el fondo de las sombras y sumergirse en ellas denota una gran valentía, no todos son capaces de comprender eso y de aventurarse a ello.

    Tarde o temprano, las estancias se irán llenando para él, abrirá habitaciones anteriormente vacías y verá que se han ido llenando... de experiencias, de sonrisas, de caricias... ¿Estamos locos por anhelar algo más que no tropezar en este triste camino empedrado?

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