martes, 28 de junio de 2011

La prensa: algo fácil de odiar

Como no quiero desprestigiar a nadie, empezaré diciendo que, si una cosa está clara en esta vida, es que los medios de comunicación son esenciales para todo aquello que se quiera meter desde los ojos hasta el cerebro de esos animales algo subnormales llamados humanos. ¿Qué hubiera sido de esas grandes marcas que le deben la mayor parte de sus ventas a un equipo de publicidad bastante bien pagado? Y si al menos el producto no es bueno, siempre pueden ganar algo concursando en una maratón de anuncios, plantándoles cara a nuestros amigos los argentinos.

Sin embargo has de plantearte, cuando acabas envuelto en este mundo, en qué momento dejas de ser lo que empezaste a ser para convertirte en un producto. ¿Por qué, por ejemplo, una marca como Nike o Estrella Levante, emite anuncios por temporada? En mi estancia en "¡Democracia Real Ya!" he llegado a comprenderlo: todo tiene su tiempo, el de difusión y el de actuación, compaginando después breves periodos de nueva difusión para recordarlo, los cuáles dependiendo de la calidad de su actuación tendrán que ser más o menos asiduos, dejando que la vox populi haga el resto.

En lo referente a la publicidad, todo lo que fuese digno de resaltarse y no se haga en esta publicación pertenece a mi ignorancia (un lugar muy grande), no obstante, ¿qué hay de la prensa? Este pequeño gran mundo también reparte publicidad, pero la mayoría de la veces con un aire sensacionalista que puede darse por diferentes factores, normalmente relacionados con los gustos de los dirigentes del noticiero/periódico/canal de radio/"inserte aquí su medio de comunicación". ¿Qué sería lo ideal? Lógicamente, disponer de un medio de comunicación propio por el cuál pudieses emitir tus noticias sin que nadie lo tercie a razón de sus intereses, y aunque gracias a Internet es posible disponer de algo así, es poco probable que llegue a tener una audiencia tan grande como la de los canales de toda la vida.

Por eso es mi deber odiarlos. A fin de cuentas, un director de un medio de comunicación también es una persona con sus miedos, esos miedos que comprenden que te relacionen con algo que, a ojos de otras personas, puedan considerarte parte de ello, parte de un germen que anhela destruir nuestro perfecto mundo. Por ello también es mi deber admirar a aquellos personas que abogan por una prensa real, por aquellos que se limitan a informar sin dejar en constancia su opinión al respecto.

Concluyendo, opino que todo tiene su tiempo: la difusión, el activismo y la información. Potenciar uno de ellos a menudo supone disminuir la atención sobre otros.

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